En el cielo de este mundo
"En Haití todos los días de la semana parecen iguales. Este domingo abrí los ojos, y por esas raras sensaciones que nos acompañan al despertar pensé que estaba en mi Cuba. En solo cuestión de segundos planifiqué el día: leeré un rato, veré un poco de televisión, desayunaré tarde... De repente, escuché un ruido, y una tras otra volvieron las imágenes horrendas. Sigo en Haití, me dije, mis pies siguen pisando el infierno de este mundo..."
Así comenzó Leticia Martínez Hernández su paso hacia el cielo del periodismo cubano, cuando el 18 de enero de 2010, escribía su primera crónica para el diario cubano Granma, su diario, sobre el desastre dejado por el terremoto que el 10 de ese mes había devastado a Haití, y que bautizó como una sección bajo el título de El infierno de este mundo.
Ahora confieso que cuando encontré esa crónica inicial, a primera vista el titulo de la sección me resultó chocante, por lo que encierra esa palabra y porque en mi primera percepción sumía más a Haití en el desastre humano que ha vivido su pueblo durante muchos años, y porque el pueblo haitiano tiene valores que nada tienen que ver con el infierno, pero a medida que iba leyendo yo también iba entrando en en las tinieblas dejadas por el desastre y narrado magistralmente por Leticia y cuando terminé aquella primera lectura no tenía duda de que yo había visitado El infierno de este mundo.
También, por esa primera impresión que marca a los humanos, pensé que estaba en presencia de una periodista hecha por el oficio, con varios años de experiencia, no solo por la belleza de su prosa, sino por la madurez que mostraba ante la vivencia de un hecho terrible para
Esta foto la tomé de facebook, y no sé si fue antes o después de Haití, pero lo que sí sé es que muestra la belleza de esta joven llena de ternura y bondad.
cualquiera y cada día esperaba con ansias el diario para vivir junto a su autora los difíciles momentos del pueblo haitiano, porque narraba tan bellamente un hecho terrible, que transportaba al lector hasta los lugares que su equipo periodístico recorría entre muertes y desgracias humanas.
Y así pasaron unos días, disfrutando hasta la saciedad aquellas crónicas, quizás por eso de que los periodistas siempre estamos a la caza de buenos textos, hasta que un día leí una entrevista a Leticia en el diario Juventud Rebelde y cual fue mi asombro al descubrir que la autora de aquella bella prosa solo tenía 25 años, cuando escribía como toda una consagrada de tan difícil profesión, lo cual me agradó inmensamente, porque una vez más comprobaba que los jóvenes periodistas de hoy están mucho mejor formados que los que llevamos varios años en la profesión.
Así pasó el tiempo y supe que Leticia regresaba de su misión, y hace solo unos días la encontré en facebook, esa red social que nos permite acercarnos a personas a veces inasibles y vibré de emoción cuando me aceptó como su amigo y conversamos a través de la red, porque descubrí -nuevamente- que su belleza espiritual -y física por supuesto- no era exclusiva de su prosa periodística, sino de su comunicación interpersonal.
Respondiendo a su primer mensaje le escribí algo así: "...créeme también que gozo de emoción por ser tu amigo. Regalo de la vida. ¡Al fin una buena que vale por mil!, bueno en verdad la segunda buena porque antes fueron tus crónicas desde Haití. Solo de un alma como la tuya pueden salir imágenes tan deliciosas. ¡Qué manera de disfrutarlas!"
Por eso ahora he tenido el atrevimiento de escribir sobre Leticia -sin su permiso- y a través de mi humilde visión ofrecer la dimensión de esta muchacha que con solo 25 años y con un camino largo por andar, se ha acercado de un tirón al cielo de este mundo, por sus excepcionales condiciones humanas y profesionales.
Así comenzó Leticia Martínez Hernández su paso hacia el cielo del periodismo cubano, cuando el 18 de enero de 2010, escribía su primera crónica para el diario cubano Granma, su diario, sobre el desastre dejado por el terremoto que el 10 de ese mes había devastado a Haití, y que bautizó como una sección bajo el título de El infierno de este mundo.
Ahora confieso que cuando encontré esa crónica inicial, a primera vista el titulo de la sección me resultó chocante, por lo que encierra esa palabra y porque en mi primera percepción sumía más a Haití en el desastre humano que ha vivido su pueblo durante muchos años, y porque el pueblo haitiano tiene valores que nada tienen que ver con el infierno, pero a medida que iba leyendo yo también iba entrando en en las tinieblas dejadas por el desastre y narrado magistralmente por Leticia y cuando terminé aquella primera lectura no tenía duda de que yo había visitado El infierno de este mundo.
También, por esa primera impresión que marca a los humanos, pensé que estaba en presencia de una periodista hecha por el oficio, con varios años de experiencia, no solo por la belleza de su prosa, sino por la madurez que mostraba ante la vivencia de un hecho terrible para
Esta foto la tomé de facebook, y no sé si fue antes o después de Haití, pero lo que sí sé es que muestra la belleza de esta joven llena de ternura y bondad.
cualquiera y cada día esperaba con ansias el diario para vivir junto a su autora los difíciles momentos del pueblo haitiano, porque narraba tan bellamente un hecho terrible, que transportaba al lector hasta los lugares que su equipo periodístico recorría entre muertes y desgracias humanas.
Y así pasaron unos días, disfrutando hasta la saciedad aquellas crónicas, quizás por eso de que los periodistas siempre estamos a la caza de buenos textos, hasta que un día leí una entrevista a Leticia en el diario Juventud Rebelde y cual fue mi asombro al descubrir que la autora de aquella bella prosa solo tenía 25 años, cuando escribía como toda una consagrada de tan difícil profesión, lo cual me agradó inmensamente, porque una vez más comprobaba que los jóvenes periodistas de hoy están mucho mejor formados que los que llevamos varios años en la profesión.
Así pasó el tiempo y supe que Leticia regresaba de su misión, y hace solo unos días la encontré en facebook, esa red social que nos permite acercarnos a personas a veces inasibles y vibré de emoción cuando me aceptó como su amigo y conversamos a través de la red, porque descubrí -nuevamente- que su belleza espiritual -y física por supuesto- no era exclusiva de su prosa periodística, sino de su comunicación interpersonal.
Respondiendo a su primer mensaje le escribí algo así: "...créeme también que gozo de emoción por ser tu amigo. Regalo de la vida. ¡Al fin una buena que vale por mil!, bueno en verdad la segunda buena porque antes fueron tus crónicas desde Haití. Solo de un alma como la tuya pueden salir imágenes tan deliciosas. ¡Qué manera de disfrutarlas!"
Por eso ahora he tenido el atrevimiento de escribir sobre Leticia -sin su permiso- y a través de mi humilde visión ofrecer la dimensión de esta muchacha que con solo 25 años y con un camino largo por andar, se ha acercado de un tirón al cielo de este mundo, por sus excepcionales condiciones humanas y profesionales.
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