Cosas del alma
Tengo un amigo que hace 12 meses se fue en busca del sueño americano.
Me voy para mejorar económicamente, le dijo un día a todos y dejó atónitos a quienes lo conocíamos de cerca.
Mi amigo era aquí un cirujano reconocido, con un prestigio ganado desde las aulas del Instituto Superior de Ciencias Médicas, y un reconocimiento social muy grande. Mas, así y todo decidió buscar fortuna en el norte.
Pocos días antes de marcharse, aseguraba a sus amistades que en cuanto llegara a Miami comenzaría a trabajar en la clínica de un primo, y después de un corto tiempo, revalidaría su título para laborar legalmente como médico.
Al cabo de estos 12 meses, las últimas noticias que llegan por otros cubanos que viven allá y vienen de visita a Las Tunas, es que está laborando como empleado en un centro de salud, en espera de hacer todo cuanto había previsto.
Él está decepcionado, y más que decepcionado frustrado por no poder trabajar en lo que constituye su vida: la medicina, y en especial la cirugía, ha dicho un amigo que acaba de llegar de Miami.
Dice que cada día, cuando llega a su casa, la nostalgia lo envuelve. Hasta ahora todo cuanto pensó y le prometió su primo no ha podido ser. Su frustración es muy grande y constantemente expresa su añoranza por Cuba. Él no entiende que no pueda trabajar en su profesión, que no pueda realizar las brillantes operaciones que hacía en el hospital Ernesto Che Guevara, que no tenga el reconocimiento social del cual gozaba aquí.
Si vivir bien es tener una casa con comodidades, un automóvil, mucha ropa y abundancia en la cocina, yo vivo bien, pero ¿y lo demás?, confiesa en una carta a su hermano.
Y entonces resulta increíble ver cómo una persona como él, que en Cuba tenía su casa, un auto y no le faltaba la comida ni la ropa, esté completamente frustrado porque carece de muchas cosas como persona, como ser social.
¿Será que la felicidad está más allá de lo material, donde nace y termina el alma?
Me voy para mejorar económicamente, le dijo un día a todos y dejó atónitos a quienes lo conocíamos de cerca.
Mi amigo era aquí un cirujano reconocido, con un prestigio ganado desde las aulas del Instituto Superior de Ciencias Médicas, y un reconocimiento social muy grande. Mas, así y todo decidió buscar fortuna en el norte.
Pocos días antes de marcharse, aseguraba a sus amistades que en cuanto llegara a Miami comenzaría a trabajar en la clínica de un primo, y después de un corto tiempo, revalidaría su título para laborar legalmente como médico.
Al cabo de estos 12 meses, las últimas noticias que llegan por otros cubanos que viven allá y vienen de visita a Las Tunas, es que está laborando como empleado en un centro de salud, en espera de hacer todo cuanto había previsto.
Él está decepcionado, y más que decepcionado frustrado por no poder trabajar en lo que constituye su vida: la medicina, y en especial la cirugía, ha dicho un amigo que acaba de llegar de Miami.
Dice que cada día, cuando llega a su casa, la nostalgia lo envuelve. Hasta ahora todo cuanto pensó y le prometió su primo no ha podido ser. Su frustración es muy grande y constantemente expresa su añoranza por Cuba. Él no entiende que no pueda trabajar en su profesión, que no pueda realizar las brillantes operaciones que hacía en el hospital Ernesto Che Guevara, que no tenga el reconocimiento social del cual gozaba aquí.
Si vivir bien es tener una casa con comodidades, un automóvil, mucha ropa y abundancia en la cocina, yo vivo bien, pero ¿y lo demás?, confiesa en una carta a su hermano.
Y entonces resulta increíble ver cómo una persona como él, que en Cuba tenía su casa, un auto y no le faltaba la comida ni la ropa, esté completamente frustrado porque carece de muchas cosas como persona, como ser social.
¿Será que la felicidad está más allá de lo material, donde nace y termina el alma?
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